En un mundo cada vez más controlado, con menos libertades individuales, donde nos tutelan hasta donde debemos beber, donde podemos fumar, de que forma tenemos que educar a nuestros hijos, que marcas tenemos que comprar o como tenemos que vestir, que debemos de comer y cual droga está permitida por el estado, todo en aras de nuestra salud o por la convivencia.
Nos vigilan con cámaras de circuito cerrado de televisión, con el pretexto de que es por nuestra seguridad; en Londres hay medio millón de ellas en las calles, nos censan y nos sexan como a los pollos, nos controlan informáticamente nuestros negocios, nuestros pagos y nuestros débitos.
Dejad al menos que mi sexo sea mío aunque se espante la libertad.