lunes, 15 de junio de 2009

Sobre el verano y la playa


Este fin de semana me fui a una playa nudista sola, tenía ganas de experimentar la tranquilidad y el contacto con la naturaleza. Como el sitio ya lo conocía alquilé una habitación en un hotelito tranquilo, que regentan unos homosexuales viejos, y que tiene la entrada muy independiente, relativamente cerca de la playa.
La playa estaba, pese a mis previsiones, no muy llena de personas, se nota que está empezando la temporada de verano. Como me gusta estar tranquila caminé un buen trecho, con mi bikini puesto y mi bolso lleno de cremas, toalla grande y dos botellas de cerveza, que para eso soy muy previsora. Pasé al lado de dos muchachos que se quedaron mirando y comentaron algo que no pude oír.
Llegué a un sitio muy tranquilo donde no había nadie y me desnudé y tendí en la arena a tomar el sol, como buena veraneante; al rato vi venir de lejos a los amigos con los que me había cruzado paseando por la orilla, llegaron a mi altura y se sentaron a descansar en la arena a una distancia prudencial de no más de diez metros, justo en el eje de mi verticalidad en dirección a mis pies.
En un principio me sentí incómoda porque miraban, aunque disimuladamente, mi desnudez, pero de repente comencé a pensar en este blog y entre el calor del sol, la brisa marina y el estímulo de los admiradores me fui poniendo caliente.
Yo los miraba, sin que se dieran cuenta, tras mis gafas de sol, y comencé a jugar inocentemente con ellos. En primer lugar me di la vuelta para que me diera el sol en la espalda mientras mantenía las piernas entreabiertas, mostrando mi redondo culo, que astutamente levantaba un poco para que lo vieran bien y así fui cambiando de posturas mientras ya ellos me miraban con cierto descaro, definitivamente los estaba poniendo cachondos perdidos.
Utilicé el mejor recurso que tiene una mujer, el embadurnarme de crema de forma tranquila y recreándome en ciertas partes de mi cuerpo, todo este juego me estaba poniendo a cien, era muy erótico en aquellos momentos.
No tardaron mucho en decirme de lejos que si tenía fuego, un pretexto muy socorrido pero efectivo, les dije que sí y uno de ellos vino hacia mí. A decir verdad que visto de cerca tenía un cacharro muy hermoso en semi-erección. Encendió su cigarro y terminamos presentándonos y así hasta que se sentó a mi lado en mi toalla, al rato llamó al amigo, que no nos quitaba ojo, y formamos el grupito.
Yo aparentaba naturalidad, pese a sus miradas a mis pechos y mi entrepierna afeitada, y fuimos tomando confianza ya que la conversación se fue tornando en bastante fluida.
Eran del pueblo y, como era sábado, habían hecho una escapada a la playa para pasar una mañana agradable y, si he de ser sincera, eran unos chicos fenomenales según los iba conociendo, sanos y tipo machos alfa como yo los llamo, de esos que no hace falta empujarlos para que tomen decisiones.
El sol comenzaba a apretar y saqué las cervezas y nos las empezamos a tomar, yo iba tomando confianza y me relajaba corporalmente mostrando mis encantos de forma coqueta.
Inevitablemente la conversación fue tomando el rumbo natural, cuando tres personas están desnudas, y al principio con cierta cortedad comenzaron a hablar de mis pechos, que si los tenía muy bonitos, para seguir ya afinando más y centrando la conversación, que inevitablemente se centraban en los deseos que me tenían.
Yo les seguía la corriente y me reía, aunque a decir verdad me estaba poniendo empapada, viendo a aquellos dos, que de seguro nunca se habían visto en otro igual, con sus penes tiesos y que, pese a querer disimularlo les resultaba imposible.
Al final, el más atrevido, me pasó el dedo índice por mi muslo mientras me contaba como se había puesto por verme, como si yo estuviera ciega y no viera aquellas erecciones.
La cosa se fue calentando hasta que nuestros cuerpos parecían que hervían. Yo había llegado al punto que deseaba, ver a dos tíos que estaban locos por follarme, pero evidentemente ellos querían más y no estaban dispuestos a irse de aquella playa en aquel estado.
Les dije que podían pasar otras personas y vernos, algo que no me agradaba en absoluto, pero el más listo propuso una solución que parecía aceptable: mientras uno se satisfacía conmigo el otro vigilaba y viceversa. La verdad es que ya en esos momentos se las tenía sobadas y ellos no paraban de tocarme el clítoris, así que el follar ya era irreversible.
Nos pusimos a la faena, uno sentado a nuestros lado, casi tapándonos y haciéndose una paja mientras miraba, y el otro montado sobre mi, yo estaba acostada boca abajo. No se si era por la emoción, la playa o el sol pero los orgasmos me venían unos detrás de otro sin descanso. Al principio me volvía loca el pensar que después lo haría con el otro y cuando estuve con este pensando que era el segundo que me follaba sin descanso.
A mi en concreto la variedad es mi punto flaco, me aburre bastante tener amantes fijos, los prefiero ocasionales.
Cuando terminamos sentía una especie de dolor en mi sexo de tanto hacerlo y a la vez un placer suave en todo mi bajo vientre, en definitiva estuvo maravilloso.
La foto que acompaña este relato me la sacaron ellos con mi cámara.
Como el sol apretaba nos fuimos al pueblo a tomar copas y comer algo, al despedirnos quedamos para la noche, pero ya esto es otra historia a contar y donde pude probar una doble penetración que me dejó maravillada.

2 comentarios:

  1. Que pena ho haber pasado por aquella playa solitaria. Besos

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  2. empecé a leerte ayer, cuando descubrí tu blog en el de mi amiga POEM. No te conocía, y me enganchó este relato de la playa. Me conseguiste una erección fantástica, con esa dosis de morbo si estás en un lugar publico, en mi caso el trabajo. Te seguiré leyendo y excitando contigo, ya tienes un hueco entre mis favoritos. Quizás hasta te dedique un post ;) Besos momificados

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